Llegamos al punto más oscuro de mi biografía artística y de mi filmografía. Nightmare Writer fue un proyecto que inicialmente despertó en mí un entusiasmo inexplicable, pero que, con el tiempo, se tornó en una secuencia de recuerdos desagradables; un capítulo de mi carrera del cual, en retrospectiva, nunca debí involucrarme. Sin embargo, me comprometo a intentar resaltar únicamente lo positivo que surgió de esta experiencia tumultuosa, así como de otros trabajos que realicé para la supuesta productora que se hacía llamar Kitovi Kampuni.
Conocí al director de este proyecto a finales del año 2013, durante el rodaje de Berenice, préstame tu sangre. Desde el primer día, nos hicimos grandes amigos, compartiendo largas horas hablando sobre cine, sueños y aspiraciones. Era una persona de gran carisma, que mostraba una profunda admiración por mi labor en los efectos especiales de maquillaje en la película de Ramiro Lapiedra, lo cual me motivó a creer que este nuevo camino podría ser igualmente prometedor. Sin embargo, esa admiración pronto se bifurcó hacia una ambición desmedida que me hizo dudar de su integridad.
Con el tiempo, me fue proponiendo involucrarme en sus proyectos, siempre presentándolos como supuestas producciones de 30 y 40 millones de dólares. Me prometió grandes cosas y llegó a crear una ficha en IMDb para varias de estas producciones; entre ellas, la más llamativa y ambiciosa fue un proyecto titulado An unwelcome visitor, que aún puede dejar alguna huella en la red si se busca con detenimiento. Pero junto a esta promesa de grandeza, comenzó a surgir una sombra de desconfianza y manipulación que me hizo detenerme a reflexionar sobre el verdadero valor de estas proyecciones.
Otra cosa sorprendente fue que un día, me solicitó realizar una caracterización para modificar los rasgos faciales en lo que sería un festival de cine online llamado The morningstar. En esta ocasión, me sentí halagado al ser parte de un evento que, en teoría, celebraría la creatividad y el arte. Sin embargo, fue irónico ver cómo, pese a las decepciones previas, él se autopremió con uno de sus cortometrajes, The brindis, mientras que los verdaderos talentos detrás del festival quedában en la penumbra.
Finalmente, ya en el año 2017, rodamos The nightmare Writer, donde yo asumí la responsabilidad de crear varios moldes faciales, destacando uno que se transformó en la máscara del inquietante hombre sin rostro. Este proceso, aunque creativo, no fue suficiente para compensar la creciente angustia que me invadía. También realicé algunos trabajos menores de maquillaje, como la saturación de unos labios que lucía el protagonista, un detalle que, al final, se convirtió en un símbolo de la superficialidad del proyecto.
En fin, Nightmare Writer es un proyecto que, lamentablemente, estaba lleno de mentiras y engaños, y mi experiencia en él, junto a esta productora, me llevó a una profunda depresión. Este oscuro capítulo me llevó a replantearme mi lugar en el mundo audiovisual y a cuestionar mis propias aspiraciones artísticas, hasta pensar en abandonar lo que alguna vez amé.
A pesar de todo, este proceso de autodescubrimiento también sirvió como un catalizador para un crecimiento personal inesperado. Comprendí que, en medio de las sombras, había lecciones valiosas que aprender. La traición y el desengaño, aunque dolorosos, me otorgaron una nueva perspectiva sobre la industria, permitiéndome identificar lo que realmente deseaba en mi carrera. Fue un llamado a la autenticidad y a rodearme de personas que compartieran mi visión y ética. Así, cada lágrima y cada frustración se transformó en un ladrillo en la edificación de una determinación renovada, una que me llevaría a buscar proyectos que verdaderamente reflejaran mi pasión y mis valores en el arte.La experiencia con el proyecto Nightmare Writer fue, sin lugar a dudas, un viaje tumultuoso que comenzó con grandes expectativas y promesas deslumbrantes.
Desde el primer momento, me sentí cautivado por las ideas innovadoras que se estaban desarrollando, imaginando un universo lleno de creatividad y narrativas fascinantes. Sin embargo, a medida que el tiempo avanzaba, la realidad se tornó sombría. El proyecto, que al principio parecía estar destinado a alcanzar nuevas alturas en la industria audiovisual, se convirtió en un laberinto de decepciones y desilusiones. Las mentiras comenzaron a aflorar, y me vi atrapado en un entorno donde la falta de comunicación y la manipulación se volvieron moneda corriente.
Este entorno tóxico afectó profundamente mi salud mental. Los días se convirtieron en semanas de ansiedad constante, donde la pasión que alguna vez sentí por contar historias se vio opacada por la incertidumbre y la desesperanza.
En un momento de reflexión, incluso consideré dejar atrás todo lo que alguna vez amé, deseando escapar de un mundo que me parecía cada vez más estrangulador. Sin embargo, a medida que lidiaba con esos pensamientos oscuros, también surgió en mí una voz interior que me instó a luchar, a encontrar luz en la oscuridad y a recordar la razón por la cual me embarqué en esta aventura creativa en primer lugar.
En esos momentos de profunda reflexión, me di cuenta de que cada desafío que enfrentaba no era simplemente un obstáculo, sino una oportunidad disfrazada. La voz interior que me guiaba se convirtió en un faro de esperanza, susurrando recordatorios de mis sueños más auténticos. ¿Por qué había comenzado esta travesía creativa? Recordé las noches en vela, las ideas brotando como estrellas en un cielo oscuro, el deseo inquebrantable de contar historias que resonaran en el corazón de otros.
Mientras luchaba contra esos pensamientos oscuros, comprendí que las luchas son a menudo el preludio del crecimiento; cada lágrima derramada se transformaba en un peldaño hacia una versión más fuerte de mí mismo. Con cada palabra escrita, con cada trazo de mi pincel, comenzaba a tejer una narrativa que no solo reflejaba mis luchas, sino que también capturaba la esencia de la resiliencia humana. El camino hacia la luz era incuestionablemente arduo, pero cada paso hacía que el viaje valiera la pena, recordándome que, en la búsqueda de la creatividad, el dolor y la alegría podían coexistir, creando una sinfonía que, al final, alcanzaría los oídos de aquellos dispuestos a escuchar.
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