La clínica satánica del aborto es un cortometraje de apenas 3 minutos que realicé en tiempos de COVID, cuando nos obligaron a estar confinados en nuestros hogares, a llevar mascarillas y a evitar el contacto con los demás. Este período de aislamiento forzado no solo trajo consigo la necesidad de encontrar nuevas formas de entretenimiento, sino que también me condujo a una profunda reflexión sobre la vida, la muerte y las duras realidades que enfrentamos. |
En uno de esos días de aburrimiento total, recuerdo que decidí ver una de esas películas que dejaron una profunda huella durante mi infancia, se trata de El mago de la velocidad y el tiempo. Esta película, con su mezcla de fantasía y locura, me transportó a un mundo donde la imaginación no tenía límites, lo que despertó en mí una chispa creativa que se sentía oprimida por el confinamiento.
Así que, con un espíritu de experimentación y un toque de locura inspirado por la película, decidí rodar, de manera improvisada, este cortometraje utilizando antiguos trabajos que había hecho y que, hasta ese momento, habían permanecido sin uso. El proyecto fue grabado íntegramente con la cámara de un teléfono móvil en varias horas. Lo curioso es que no supe de qué iba esta historia hasta que me senté a hacer el montaje y comencé a entrelazar las piezas, revelando un relato que abarcaba más de lo que inicialmente imaginaba.
El resultado es una historia inquietante sobre un engendro diabólico que visita una clínica para abortar; no obstante, lo que parece ser un final trágico se transforma en una narrativa de venganza cuando el feto, despojado de su oportunidad de vida, regresa de entre los muertos. A medida que desarrollaba el argumento, me di cuenta de que estaba abordando temas complejos y oscuros que rara vez se tocan en la animación, como la lucha por la vida, el dolor del abandono y la búsqueda desesperada de justicia.
La narrativa de este breve cortometraje se convirtió en un espejo de las ansiedades y miedos colectivos que surgieron durante la pandemia, reflejando un tiempo donde las decisiones difíciles y las pérdidas se amplificaron, reconociendo así el caos emocional generado por la crisis global.
Este relato inusual explora la lucha entre la vida y la muerte, el dolor y la redención, mientras el engendro busca justicia por haber sido despojado de su oportunidad de existir. Resultó ser un breve cortometraje de animación y venganza creado prácticamente sin medios, utilizando solo la cámara de un celular y mi propio taller, que se transformó en un santuario de creatividad en medio de la desesperanza.
Cada escena fue meticulosamente diseñada, a pesar de las limitaciones de recursos, infundiendo un carácter único y crudo que refleja la crudeza de la situación en la que fue concebido.
De esta manera, el cortometraje se convierte en más que una simple pieza de entretenimiento; es una ventana a nuestras propias luchas y anhelos, una exploración de los dilemas éticos que muchos enfrentan en un mundo convulso.
Al final, el proceso de creación se transformó en una forma de terapia, proporcionando no solo una distracción, sino también un medio para dar voz a esos temas inquietantes que a menudo permanecen silenciados en la cultura popular. En medio de la confusión y el temor, encontré un propósito, convirtiendo mis miedos y preocupaciones en arte, un ejercicio de catarsis que quizás invite a otros a reflexionar sobre sus propias realidades.
En esta travesía creativa, se hizo evidente que la obra no solo resonaba en el espectador a través de sus imágenes vibrantes y conmovedoras, sino que también servía como un espejo, reflejando las luchas internas y externas que, lamentablemente, son parte del tejido de la vida humana. Cada trazo y cada color fueron elegidos meticulosamente, no solo por su estética, sino por el profundo simbolismo que representaban. Era un llamado a la empatía, una invitación para que cada persona que se acercara a la obra pudiera confrontar y cuestionar sus propias percepciones sobre la realidad social que les rodeaba.
Así, la creación dejó de ser un simple ejercicio de expresión personal; se transformó en un movimiento artístico donde la creatividad y la reflexión se entrelazaron para abordar cuestiones urgentes como la desigualdad, la discriminación y el sufrimiento humano. El resultado fue un espacio donde el espectador no solo era un observador, sino un participante activo en un diálogo continuo que tiene el potencial de cambiar realidades y de elevar las voces de aquellos para quienes el arte, en su forma más pura, puede representar una forma de resistencia y esperanza.